
Organicemos las fuerzas de la Cultura
JAVIER PARRA (Ilustrador)
En 1933, un grupo de artistas e intelectuales valencianos entre los que se encontraban Josep Renau, Rafael Pérez Contel, Ángel Gaos, Francisco Carreño, Pascual Plá Beltrán, Manuela Ballester, Antonio Ballester, Juan Renau, José Bueno y Emilio Gómez Nadal, conformaron un extraordinario grupo de artistas plásticos que, aunque en muchos casos no tenían una relación directa con la política, convirtió su actividad en un arma para la lucha ideológica antifascista. Al grupo se unirían posteriormente un grupo de artistas anarquistas encabezados por el cartelista y fotomontador Manuel Monleón, y tenían en la revista NUEVA CULTURA su órgano de expresión.
El arte y la cultura se comenzarían a convertir entonces en una potente arma para defender la República y, sobre todo, para forjar la unidad del pueblo y de toda la izquierda contra el fascismo.
85 años después, las calles de Valencia vieron un episodio que escenifica cómo una vez más la cultura y el fascismo se encuentran como dos enemigos irreconciliables; cómo se hace urgente trabajar para organizar las fuerzas del arte y la cultura contra la amenaza del fascismo.
El domingo 22 de Julio, convocada por la compañía teatral “A Tiro Hecho” y por el ilustrador Elías Taño, tuvo lugar en Valencia una jornada para pintar un mural a favor de la libertad de los presos políticos y la libertad de expresión. En él, se pedía la libertad para los jóvenes de Altsasu, condenados a penas de entre 9 y 13 años por una pelea en un bar -en un caso utilizado por el Estado y la Justicia con fines exclusivamente políticos-. En menos de 24 horas, un mural que se levantaba como un grito de libertad en el centro de Valencia, era atacado por un grupo de energúmenos primero, y por grupos fascistas organizados después, transformando un colorido mural artístico en una pared pintada de negro (perfecta metáfora del futuro que ofrecen a este país sus artífices). Mientras tanto, desde el Ayuntamiento de Valencia, lejos de condenar o perseguir el ataque al mural, se decidió dar el tema por zanjado y no enfrentarse a estos grupos fascistas. Por otro lado, desde medios de comunicación como el Levante-EMV (el de mayor tirada en Valencia), se justificó desde el principio el ataque al mural, y se trató de blanquear el propio fascismo agresor, disfrazándolo de “un movimiento espontáneo de ciudadanos”.
Pudimos asistir, en apenas 24 horas, a un caso paradigmático de lo que está sucediendo en la sociedad actual: la denuncia de una injusticia del régimen (en este caso a través de una intervención cultural), la reacción agresiva y organizada disfrazada de “patriotismo”, el temblor de piernas de las instituciones, y la justificación o la equidistancia ante la agresión por parte de los medios de comunicación. Y como elemento positivo, también pudimos comprobar la amplia solidaridad con el artista y su obra que despertó el ataque fascista.
Esto nos lleva a varias conclusiones. La primera de ellas es que las equidistancias, los temblores de piernas, los cálculos electorales, mirar hacia otro lado o esconder los problemas debajo de la alfombra no frenan el fascismo, sino que lo siguen alimentando. La segunda, que la cultura debe ser puesta en el centro de nuestra acción como herramienta para combatir el avance del fascismo, antítesis absoluta de la cultura y la razón. Y la tercera, que el arte tiene un potencial incalculable para forjar una unidad que nada tiene que ver con cálculos electorales, y que es, en definitiva, la razón de este artículo.
Y es que ha llegado el momento de prestar una atención especial a un frente que ha estado desguarnecido desde hace décadas. Esto pasa por una lucha sin cuartel contra la posmodernidad, y por la organización de las fuerzas del arte y la cultura.
Recordaba al principio de este artículo cómo en 1933, Valencia se convirtió en el epicentro de la batalla cultural contra el fascismo, que se extendería posteriormente a toda España. Artistas fundamentalmente comunistas y anarquistas, de la mano de un nutrido grupo de otros artistas comprometidos, crearían las condiciones morales e intelectuales que más tarde impregnarían a las fuerzas políticas y sindicales -y a todo un pueblo en la lucha organizada contra el fascismo.
En estos momentos, son muchos los artistas y los colectivos culturales, los que desde hace años trabajan por fomentar una cultura alternativa, por crear espacios de libertad en nuestras ciudades y barrios. Si pudiéramos cuantificar el número de mujeres y hombres que trabajan desde su pequeña trinchera artística particular para combatir un sistema injusto e irracional; para combatir el odio, el racismo, la xenofobia o el fascismo en su ámbito, nos sorprendería el descomunal ejército de artistas e intelectuales del que podría disponer el pueblo para construir una nueva sociedad y combatir este nuevo avance de la peste parda.
Si fuéramos capaces de conformar, a través del arte y la cultura, espacios de unidad contra el fascismo y la reacción pasando por encima de los intereses particulares y cortoplacistas, de los cálculos y las dinámicas electorales, del oportunismo y las limitaciones institucionales, estaríamos dando un paso de gigante.
Si la muerte de Josep Renau en 1982 coincidió con la muerte del arte político, su ciudad, Valencia, aquella que alumbró la unidad antifascista en 1933, hoy tiene todos los elementos para volver a convertirse en la capital del arte político y de la unidad contra el fascismo. Organizar las fuerzas del arte y la cultura debe ser una prioridad, y es el momento de ponerse manos a la obra.
Para contribuir a ello tras el verano tendrá lugar en Valencia un encuentro en el que partiparán artistas y colectivos culturales. Si formas parte de algún colectivo o como artista estás interesado/a en tener más información, desde la revista NUEVA CULTURA se ha abierto un formulario de inscripción:
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